Y así partí
Corría el 2015 y yo llevaba 14 años trabajando en el mismo colegio (muy feliz y muy cómoda). Ese año, mis papás se vieron complicados de lucas y me tocaba ayudarlos, pero para eso necesitaba generar una entrada adicional a mi sueldo. Y entonces pensé: ¿qué puedo hacer? Y me respondí: vender algo. Y me pregunté de nuevo: ¿y qué puedo vender? Y ahí tuve que pensar un poco más. Y de repente... así como consideré dulces, mermeladas, huevos, miel, calcetines y pantis... pensé en chalecos. ¿Por qué? Sinceramente no tengo idea. Si le doy una vuelta, tiene que haber sido por algo muy obvio: el frío. Mi papá es de la teoría de que quienes nacimos en invierno somos más friolentos que el promedio y yo lo soy. Por otra parte, quienes trabajan en colegio saben que existe un común denominador en los edificios destinados a la educación, que es que la sensación térmica siempre es 5 grados menos que en el resto de la ciudad. ¿Si o no, compañeras profes?
Y así me lancé. Sin más ambición que aumentar un poco mis ingresos y la hice súper simple: compré chalecos y los vendí. Y me “aproveché” de otro común denominador de los establecimientos educacionales, que sería la condición de Mercado de abastecimientos: se compra y se vende de todo. Compré 20 chalecos y vendí los 20. Y después compré 30 más, y vendí los 30. Y así me la pase todo el invierno hasta que se acabó la temporada de chalecos y el objetivo estaba cumplido. Y de verdad les digo que en ese momento, jamás se me ocurrió pensar que los chalecos me darían mi sueldo algún día.
El año 2016 partió como cualquier otro. Volví al colegio post vacaciones y las profesoras me empezaron a preguntar si ese año iba a vender los chalecos de nuevo. Pese a que no estaba en mis planes porque siempre lo tomé como algo circunstancial y específico, no lo descarté a la primera.
Hablé con un par de proveedores y me lancé nuevamente. Con un cambio esta vez: si ya habría segunda temporada, tenía que tener una marca. Y buscando, buscando, llegué a Treko (ovillo en Mapundunguún) y después de Treko llegó la oveja, en manos de mi amiga Rosario Costa que se motivó con mi idea, y por pura buena onda, le dio vida a la oveja y al primer logo.
Ese año promocioné los chalecos en mi Instagram personal y pasó lo mismo que el anterior: lo que compré, lo vendí. Pero para mí seguía siendo un extra.
Pero ese año, el trabajo en el colegio se me hizo más cuesta arriba. Ya tenía a mis cuatro hijas: la mayor de 9 y la menor de un año y medio. Me empecé a sentir cansada y hasta estresada, y como nunca (porque era impensable) a veces se me cruzaba por la cabeza la idea de renunciar al colegio (en el que me habían reconocido por cumplir 15 años).
En octubre, la menor de mis hijas (Amparo de 2 años) cayó hospitalizada grave por dos virus respiratorios que la tuvieron diez días en una clínica y a mí con ella. Esto había pasado ya una vez antes y
fueron días duros. Tuve susto. Mi guagua estaba complicada y ahí es cuando a una se le mueven todos los pisos. Esos días en la clínica con ella, cuaderno en mano, anotando pros y contras, tomé la decisión de renunciar. Y la noche del día que volvimos a la casa, me senté con mi marido y le dije: “voy a renunciar al colegio, porque no doy más”.
Renunciar a un trabajo que te gusta y en el cual has estado 15 años, no es fácil. Y tampoco es fácil explicar por qué renuncias a algo que quieres y te gusta. Lo mío era de guata. Sentía que tenía que parar; funcionar a otro ritmo, porque el que llevaba en la pega, más mis casa y mis 4 hijas, no me estaba resultando.
Mi marido finalmente lo entendió. Y me apoyó, pero se puso “nervioso”. Mi sueldo era parte clave de la economía familiar, y básicamente, considerando que estábamos en octubre, a mi me quedaban 5 sueldos.
Y de ahí... había que inventar algo.
Pero como les decía, renunciar fue difícil. A pesar de tener la decisión clarísima, el hecho mismo de decir “me voy” fue tremendamente doloroso. Me llené de miedos y de angustias. Sentía que estaba dejando mi zona de confort y me estaba tirando al vacío. Varias veces tuve el pensamiento de echar pie atrás, pero mi necesidad de experimentar este cambio de vida, pudo más.
Inmediatamente me puse a pensar que haría. Esto no era con dejar de trabajar y no generar ingresos. Tenía que ver la forma de traer las lucas con que yo aportaba a mi casa. Y aunque no lo crean... Treko no fue mi primera opción.
Incluso ni la segunda o tercera. Esa navidad y aún trabajando, inventé un “negocio de temporada” (me había quedado gustando esto de las temporadas). Con un pequeño capital compré muchas cosas que podían servir de regalo y nació un mini bazar navideño para dar solución a ese montón de regalos “chicos” que mucha gente tiene que hacer. Tenía muchas de alternativas que entregaba listas para ser regaladas. Me volví loca pero la hice; y mi pequeño capital creció y quedó guardado sin saber mucho para qué.
La idea original post renuncia al colegio, era seguir vinculada a mi vocación educadora y por ahí estuve buscando todo el verano. Algo que me llenara, me significara bajar el ritmo, estar más con mis hijas y generar las lucas necesarias (bendita ilusión).
Obvio que no encontré nada. Y quedaba cada vez menos para que me llegara mi último sueldo de dependiente... y un día alguien me dijo: “¿y por qué mientras aparece algo que puedas buscar con calma, no pruebas con los chalecos?”.
Sinceramente, yo no lo había ni pensado. Cambiar la educación por un “negocio” no estaba en mis planes. Distinto era cuando era un extra, pero una cosa por otra, me generaba mucho conflicto. Digamos las cosas como son: miré a 🥚 cambiar mi vocación de profesora por venta de chalecos. Poca cosa.
Pero la necesidad tiene cara de hereje, así que tuve que saber levantar la mirada y me puse a meterle cabeza al asunto. Porque si se iba a convertir en mi trabajo (temporal por supuesto 😂) había que hacerlo en serio.
Mis conocimientos de comerciante, eran pura intuición. De números sabía lo mismo que de chino mandarín (detalle: soy licenciada en letras y profesora de lenguaje). Lo que tenía era un poco de plata (poca), y la necesidad de generar cierta cantidad de lucas cada fin de mes. Y con eso me lancé.
Aplané calles buscando proveedores porque la posibilidad de diseñar era impensable. Y usando mi capital y un préstamo de mi marido, compré la primera parte de lo que sería la primera temporada oficial de Treko Tejidos.
El 5 de marzo del 2017, Treko salió oficialmente a la luz. Nació la cuenta propia en Instagram y Facebook y en ellas las primeras publicaciones.
Confieso que yo estaba motivada, pero jamás en llamas. Pero así y todo, me lancé con todo. Con humildes 100 seguidores y 4 modelos, que apenas los tuve, les saqué fotos y empecé a venderlos.
La primera dificultad fue que ya no existía el espacio colegio donde vender era fácil. Ahora tenía que salir a vender y así lo hice.
Durante los primeros 6 meses un bolso gigante se volvió una extensión mía. A donde iba yo, iban los chalecos. Y no perdía oportunidad de mostrarlos. Me daba una vergüenza atroz, pero siempre me contactaba antes con un palo blanco que en algún momento del encuentro me decía: “Lilly, ¿ me trajiste el chaleco que te pedí?” Y eso daba pie para yo los sacara del bolso, los mostrara y los vendiera. Esto pasaba en cualquier circunstancia: juntas de mamás, encuentros con amigas, carretes, en fin... en cada cosa que hacía veía una posibilidad de vender.
Así mismo empecé a ir bazares. Primero de colegios, porque eran de bajo costo para mí; y lo otro que hice, fue averiguar en la municipalidad de mi comuna y me encontré con un programa para emprendedores. Me inscribí y empecé a ir a cuánto curso me ofrecían: desde conocimientos básicos de Excel, hasta cómo potenciar tu cuenta de Instagram. Ahí pude saber de ferias más grandes, a las que podía postular y acceder a un stand por un costo mucho menor que si fuera sola.
Esta primera etapa fue con harto sacrificio. Las ferias y bazares me hacían estar fuera de mi casa sábados e incluso domingos. Y el concepto de salir a vender implicaba finalmente estar en mi casa casi menos que antes.
¿Que había cambiado? Que ahora sí podía llevar a mi hija menor al jardín, o participar de cosas en el colegio como apoderado, y cosas así. Pero la idea de que la independencia era con trabajar menos... cero.
Pero los chalecos se vendían y eso me motivaba.
Como les contaba, el primer semestre del 2017 fue vender como sea y dar a conocer Treko. Esa primera temporada oficial me lancé con todo y tenía modelos de mujer, niña, niño y hombre, pero lo mejor fue que durante un tiempo tuve una socia. Mi gran amiga Anita Baeza se sumó a Treko porque se encontraba en una situación parecida a la mía. Y aunque no fue por mucho tiempo, fue genial porque, por un lado le inyectamos capital, y por otro tuve una partner (porque yo ya había podido darme cuenta de que el trabajo de un emprendedor es muy solitario). Lamentablemente el papá de la Anita estaba enfermo y ella tuvo que renunciar a Treko para estar más con él, cosa que era absolutamente entendible.
Pero con ella Treko había crecido. Habíamos llegado a 1.000 seguidores en Instagram y teníamos página web www.trekotejidos.cl que me hizo mi amiga Ale, (tengo hartas y varias son las hermanas que no tuve). Al principio no entraban ni las moscas, pero era maravilloso tenerla. Y aunque poquitos, comencé a recibir los primeros pedidos por ahí.
Hasta ahí las ventas seguían siendo directas en ferias y bazares, o en mi casa. También llevábamos las chalecos a casas de amigas que convocaban a sus amigas; a veces incluso sin estar nosotras. Mandábamos el bolso y otras vendían por nosotras. Hasta fui a mi colegio un par de veces y vendía ahí. En resumen, los chalecos se vendían a gente conocida, amigas y amigas de amigas; muy poquita gente llegaba a Treko por su propia cuenta, hasta que....
Solo decir que hasta aquí, la idea de que Treko me diera un sueldo, no era más que eso (una idea);lo que vendía era para poder comprar más chalecos. De repente podía sacar algunas lucas para mí, pero no era algo habitual. Y no estar en el colegio... me seguía costando mucho. Echaba de menos a las personas, la rutina, mi sueldo a fin de mes, y me costaba ver a Treko como mí trabajo. Lo que si había ganado, era tiempo. Pero si alguna vez había pensado que en esto iba a ser tremendamente feliz, eso no estaba pasando.
No me encanta medir el éxito de Treko en el número de seguidores de IG pero he tenido que meterme en esa onda no más, asumiendo que a mayor número de seguidores, mayor número de chalecos vendidos. Y como mi trabajo hoy es vender chalecos.... ya está. Me tienen que importar los seguidores y listo.
Por todo esto lo que les voy a contar, es de absoluta relevancia. Se trata de cómo nació el vínculo entre la @connieachurra y Treko.
La verdad es que yo no la conocía 😬 y a principios de agosto (2017) hice una venta por un día en la peluquería @myladysenorita en cuya cuenta de IG se publicó la presencia de Treko ese día. Y la Connie, (que seguía a la pelu), me contactó para comprarme tres chalecos, que como a cualquier clienta, le hice llegar después a su casa. Pero a los pocos días, de un minuto a otro, empecé a recibir muchos mensajes que me avisaban de nuevos seguidores. Uno tras otro. Yo no entendía nada! 😱 Hasta que alguien me avisó que esta mujer había subido un post a su cuenta con el poncho Treko contando de estos chalecos lindos y recomendándolos. Y me dejó la escoba jajaja 😂 , porque mi humilde negocio no estaba preparado para recibir esta nueva cantidad de clientas y mucho menos a todas pidiendo el poncho rojo de la Connie Achurra @connieachurra (que ojo en ese entonces le faltaba muy poco para llegar a los 100K cosa que para mí la convertía en una rockstar).
Y de verdad que desde ahí la historia de Treko cambió.
Fui testigo real del impacto de las RRSS en un negocio en esta nueva era comercial. Pero de paso conocí a un ser humano increíble, que cada vez que me nombra, lo hace de manera desinteresada y generosa. ¿Y si quieren saber si los chalecos se los regalo? ¡OBVIO que si! Y le regalaría muchos más de lo que le doy! Pero ella jamás me los ha pedido. Al contrario, siempre me los ha querido pagar pero yo no la dejo. Porque estoy y estaré eternamente agradecida de su aparición en esta historia y porque cada vez que le he pedido una mano, me la ha dado sin chistar.
Al año casi exacto de haber tomado la decisión de renunciar (octubre de 2017), se enfermó mi sobrina Margarita (esta parte de la historia de Treko va en capítulo aparte, pincha aquí).
Pero el punto es que fue ahí donde ser la dueña de mi negocio, mi tiempo, ser mi jefa y mi todo, donde todo lo caminado hasta ahí, tuvo sentido. Acompañar a la Margarita todos los días, apoyar a mi hermano en todo lo que se pudiera, multiplicarme para no fallar en mi casa... eran cosas imposibles de hacer si hubiera estado trabajando con horario y sueldo. Conociéndome, seguramente hubiera terminado renunciando, pero habría sido una preocupación más a todas las que ya teníamos.
Quienes han pasado por esto, saben que la parte económica del cáncer es un temazo. Aunque puedas hacerla más barata, todo lo asociado a una enfermedad de este tipo, es caro. El tratamiento, los remedios, los insumos médicos, los exámenes... todo. Y si bien teníamos la parte fuerte medianamente cubierta, estaba el lado B y el día a día y había que asumirlo. Mi hermano estaba sin pega (cosa que parecía tragedia pero que tb tuvo tanto sentido) así que Treko tenía que aperrar. Y lo hizo.
De ahí en adelante fui a más bazares y ferias que nunca.
Iba a oficinas a vender. Él boca a boca daba frutos y en los ratos con mi Marga en la Falp (45 días hospitalizada
solo en la primera quimio que le hicieron) le daba firme a las redes; a pesar de lo heavy que era todo, las cosas engranaban y los objetivos se cumplían. Nunca faltaba nada para nada que mi Marga necesitara.
Ésta es la parte de la historia en la que yo me presento.
Me llamo Lilly Marlen (sí, Lilly Marlen) Witt Rodriguez.
Nací el 5 de junio de 1978 en Santiago.
Soy Géminis por donde me miren.
Nací en una familia de papá - mamá - hermano mayor - Yo.
Alumna ahí no más en el colegio, me puse las pilas en la U 🙈
Estudié Licenciatura en Letras en el gran Campus Oriente (lejos la mejor época de mi vida) y tengo un magister en educación.
Trabajé 15 años en el mismo colegio y no hay día que no me pregunte si tengo que volver (pero después me acuerdo que ya no tengo que levantarme a las 6:15 todos los días y se me pasa...).
Estado civil: casada hace 16 años con el mismo hombre: el Pelao, padre de mis 4 hijas 👧👧👧👧 de 12, 10, 8 y 6 años.
Me cuesta mucho “hacer nada” y tengo una cabeza que funciona a mil 24/7
Chuncha de corazón por herencia y con harta sangre alemana corriendo por mis venas.
Me declaro una sobreviviente a la partida de mi sobrina Margarita (21 años), hija mayor de mi hermano, motor mío y de Treko por 18 meses, hasta que el 16 de junio del 2019, mi niña se fue a descansar para siempre de una larga y pesada enfermedad.
Amante de la música en todas sus formas, pero por sobre todo Sabinera. De personalidad adictiva, me fascina armar puzzles y tejer. La escritura se me da fácil y fui lectora traga traga aunque reconozco que cada vez me cuesta más concentrarme.
Los deportes no se me dan y vivo en la contradicción de querer ser una persona saludable y tener mentalidad chatarra.
Soy compradora compulsiva de libros y lanas.
El emprendimiento no estaba en mis planes pero las cosas se dieron y en Treko soy todo. La que diseña los chalecos, publica todo lo que ven en las redes, contesta mensajes y mails, modelo para las fotos, saco las fotos cuando no soy la modelo, ordeno, vendo y armo los despachos. A veces vienen unos duendes que me ayudan en repartos, etiquetas, o armar paquetes, pero básicamente las hago todas.
Ah si! Me encantan los chistes fomes, esos con los que nadie se ríe! 🤷♀️
Y lo último... amo a mi familia, la nuclear y La de origen. Y amo a mis amigas que son las hermanas que no tuve!
El 2017 fue el año de todo un poco.
Fui a mil ferias y me metí a mil cursos. Aumentaban las clientas y los chalecos gustaban y se vendían; pero no todo era sencillo. Rápidamente aprendí que emprender es un trabajo muy solo, y yo que venía de algo totalmente distinto (estar sola en un colegio es imposible , salvo que te encierres en un baño), lo sufrí harto.
Había ferias en que Treko la rompía, y otras en las que con suerte pagaba los costos. Pensar en tener sueldo... jajajaja con esfuerzo pagaba los costos de fabricación. El éxito de de la temporada de invierno me hizo proyectar mal la temporada primavera verano y... todavía tengo chalecos que jamás vendí. En fin... hablar de buen negocio todavía no podía, pero lo que sí se cumplía era que yo manejaba mi tiempo y estaba aprendiendo de algo que no sabía. Así que no me iba a rendir.
De octubre de ese año en adelante me multipliqué. Necesitaba las lucas más que nunca, pero también tenía menos tiempo que nunca. Acompañar a mi Margarita todos los días que estaba hospitalizada, y cumplir con mi deber de mamá y dueña de casa, me dejaban poco rato para Treko, pero la enfermedad de mi niña era una inyección de energía. Así que le daba con todo no más.
Cuando el primer ciclo de quimios de mi Marga se acabó (después de 45 días hospitalizada en sistema de aislamiento) ella y mi hermano se instalaron en mi casa. Donde caben 6 caben 8 y a veces llegábamos a 11 (con mis otros dos sobrinos y el pololo de la Margarita) durmiendo aquí, pero era maravilloso. Y estando aquí, se facilitaban las cosas para mí y para Treko.
En esta etapa la Margarita fue por primera vez modelo de Treko (y nunca más paró). Descubrimos en las fotos una oportunidad de olvidarse algo de su enfermedad y sacó su faceta de modelo profesional que la hacía gozar posando; además así, seguía siendo mi partner.
Fin del 2017 y a pesar de la enfermedad de mi niña, había mucho que agradecer: ella reaccionaba al tratamiento; la familia de mi hermano y la mía se volvió una sola familia; y Treko pasó la prueba de su primer año de vida.
Habiendo superado el 2017, el 2018 había consolidar y lo primero fue la formalización de Treko como una empresa formal, con rut, giro y razón social. Y si bien existen quienes insisten en que no es necesario, que no conviene y que no vale la pena, para mí era importante. Soy ciudadana de un país y me parece bien serlo desde todos los aspectos que corresponde. El desafío más grande de esto fue aprender de contabilidad: De IVA, de neto, de bruto, de facturas y formularios 29, todos términos absolutamente desconocidos en mi vida.
El segundo paso, tuvo que ver con Un lugar para Treko. El 2017 quienes querían ver personalmente los chalecos iban a mi casa. Al principio eran poquitas personas; una o dos a la semana, pero cuando partió la temporada otoño invierno 2018, este número aumentó bastante y se me hizo pesado y me dio susto tanta circulación gente por mi casa.
Fue así, como un día en Instagram me encontré con un aviso que decía: ¿“buscas un lugar donde vender tus productos? Comunícate conmigo”.
Escribí, organizamos una encuentro y a fines de junio entré con mis chalecos a la casa rosada más linda de Alonso de Córdova: @amadora_concept
Mi espíritu emprendedor cada vez más desarrollado, me hizo apostar por un proyecto nuevo y lo hice más que nada por quien estaba a la cabeza de este proyecto: mi adorada @trini_omegna, en quien no solo encontré una máquina del emprendimiento, sino además una amiga extraordinaria. Y dado lo que estaba viviendo con la Margarita en términos personales, eso fue lo que me convenció.
Así, el primer semestre terminaba con boletas, impuestos que pagar y un lugar donde ver los chalecos. Y lo mejor, con el fin de la primera etapa del tratamiento de mi Marga. Después de 8 horrorosos ciclos de quimioterapia que la tuvieron prácticamente 6 meses hospitalizada, salía airosa y comenzaba el periodo de mantención. Tres años por delante con tratamiento mucho menos invasivo y la posibilidad de retomar su vida “normalmente”.
Resumen: gran primer semestre, todo valía pena y había que seguir con todo!por Treko y mi niña!
La temporada de invierno del 2018 fue un éxito rotundo. Tenía que pedir más modelos que se me agotaban rápidamente. De a poco Treko se hacía conocido y eso se notaba sobre todo en las ventas. ¿¿¿Y saben en qué más??? En qué en julio de ese año me hice mi primer sueldo 👏👏👏 casi simbólico pero me hizo sentir la mujer más bacán del mundo. Pero esto no era por nada, yo no paraba: seguía yendo a cursos, mejoraba mi Instagram, mejoré la calidad de las fotos y publicitaba de todas las formas posibles con la idea de crecer; seguía participando en ferias, y escuchaba mucho a quienes iban algunos más pasos más adelante que yo en esto.
La entrada a Amadora abrió un canal que me llevó a meterme a 4 tiendas más a fines del 2018: Viña, Pucón, Temuco y Valdivia. Y así cuando llegó la temporada de Primavera Verano, fue menos mala que el año anterior, aunque me hizo aprender que todas mis fichas tenían que estar puestas en el otoño invierno, de manera de poder equiparar con eso las bajas ventas de la época estival.
Terminaba el año feliz. Mi Margarita evolucionaba bien; preparaba la PSU y en cada control sus exámenes salían buenos: la mejor noticia de la vida era que la leucemia estaba controlada. Me volvió a ayudar con Treko: etiquetaba, sacábamos fotos y hasta me volvió a acompañar a ferias.
La vida recuperaba su curso y eso era maravilloso.
En Treko cerré una buena temporada de verano y me puse de cabeza a preparar la nueva de otoño invierno. Cada vez más diseñadora, eligiendo colores y adentrándome más empoderadamente en el mundo de la moda, antes tan lejano para mí. Tuve que cambiar de contador porque me encontré que la que había tenido me había robado hasta los suspiros (otra enseñanza a punta de golpes); pero me sentía con mucha energía para partir el tercer año de un Treko ya consolidado y siempre creciendo.
Estaba de vacaciones en febrero, cuando la leucemia de mi Margarita nos volvió a golpear. Contrario a todos los pronósticos, en su control de rutina los resultados de los exámenes arrojaron anomalías, que fueron confirmadas con una punción a la médula. La leucemia estaba de vuelta y eso no era nada de bueno. Una vez más la vida nos cambiaba los planes y nos volvíamos a estrellar contra la dolorosa, difícil y devastadora realidad del cáncer. Mi niña pronta a partir en educación de párvulos, veía nuevamente anulado su proyecto y cambiado por tormentosos días de tratamiento muy agresivo en sistema de aislamiento. Volvíamos a las pecheras plásticas, mascarillas, y desinfección para entrar a estar con ella. Volvían los desvelos y las preocupaciones. La rabia y la impotencia de sabernos totalmente incapaces de terminar con esta enfermedad de mierda.
Y vuelve a unirse como con pegamento la historia de Treko con la de la Margarita. Otra vez se volvía un buen aliado que me permitía acompañarla todos los días en la Falp. Desde ahí organizaba lo que sería el lanzamiento de la nueva temporada de otoño invierno y fue con todo. La pista económica se volvía a poner pesada y Treko tenía que estar a la altura. Y lo hizo. Y todo aquel que compraba un chaleco Treko, sabía que estaba ayudando a la Marga. Y eso hacía que ella recibiera una tremenda energía de personas que por mi “culpa” se fueron involucrando con la historia de la Margarita.
El 16 de junio del 2019 murió la Margarita. Quienes han perdido a alguien que no tenía que morirse, quizás compartan conmigo que la muerte se parece a un abismo... frente al cual yo me sentía diminuta. Pese a haber tenido la “oportunidad” de acompañar a mi niña prácticamente cada día de su enfermedad, y pensando que en eso podría haber cierto consuelo, la ausencia real, la idea de no verla ni tocarla ni escucharla nunca más, me puso en la orilla de un precipicio al que podía lanzarme o dar un paso atrás.
Como cuento en la Historia de Treko y la Margarita, aunque parezca broma, los chalecos cumplieron un rol clave en volver a levantarme.
Ya van 6 años desde que se vendió el primer Treko y recordar sus orígenes y escribir esta historia me hace volver al centro. Ver todo lo que ha pasado, bueno y malo, me permite pisar tierra firme y confirmar que la única forma de hacer surgir un negocio, es poniéndole cuerpo, cabeza y corazón.
Trabajo mucho más que antes. Pero las satisfacciones son millones y cada día. Si volviera el tiempo atrás, lo haría exactamente igual y no hay día que no agradezca tener la salud, que es la que me permite seguir en esto y seguir avanzando. Con mi Margarita acompañándome en cada paso que doy.