La Margarita y Treko

La Margarita y Treko

 

La Margarita nació el 20 de octubre de 1997. Hija de mi único hermano, llegó a mi familia cuando las guaguas eran un fenómeno desconocido (yo había sido la última) y tuvimos la suerte de recibirla en mi casa cuando tenía solo 3 días de vida. Yo tenía 19 años, y cuando nació, a mí me nació una sobrina, una hermana chica y una hija. Regalona mía fundida, desde el día uno hizo conmigo lo que quiso, porque sabía que su TITA (como ella me puso) rara vez le iba a decir que no a alguna solicitud.

 

Siempre fuimos muy cercanas. En muchos momentos de su vida y de la mía. Tuvo pieza en mi casa cuando estudiaba teatro y no había quien me conociera a mí, que no la conociera a ella. Era parte de mi historia y de mi vida.

 

Y con Treko no fue distinto. Modelo, vendedora, asistente, manejo de redes, fotógrafa, etiquetadora. Mi partner en bazares y ferias. Totalmente parte. Gozaba con cada logro y le encantaba. Era un poco de ella también.

 

El 17 de octubre del 2017, literalmente de un día para otro, la Margarita fue diagnosticada de una Leucemia Linfoblástica Aguda tipo B. Cáncer. Otro fenómeno desconocido en mi familia. Un terremoto grado mil. El mundo se nos vino encima y nos costó mucho asumir esta enfermedad que nos vino a remecer todo lo que creíamos que funcionaba.

 

Y junto con el dolor y miedo inmensos que inmediatamente nos inundaron, vinieron las preocupaciones por los gastos que implica una enfermedad de estas características. Mi hermano estaba sin trabajo al momento del diagnóstico y naturalmente Treko se planteó como lo más cercano a lo que podíamos recurrir. Obvio que no sería suficiente, pero decidí exprimirlo y así fue.

 

Fueron muchísimas las personas que me ayudaron difundiendo la existencia de Treko: clientas, amigas, amigas de amigas, familiares… Una verdadera cadena de amor que fue haciendo crecer el número de seguidores en las redes y generando con eso el aumento de las ventas. Y aunque me hubiera encantado que el motivo hubiera sido otro, fue la enfermedad de mi niña la que le dio el empujón más grande a Treko.

 

La FALP, donde la Margarita pasó casi 8 meses corridos al comienzo de su enfermedad, y donde yo me iba a instalar casi todas las tardes, se volvió el centro de operaciones de Treko y desde ahí hacia funcionar el negocio. Respondía mensajes, organizaba despachos, incluso entregaba varios en la cafetería donde clientas llegaban a buscar. Y en las mañanas armaba paquetes, repartía, iba a Correos y así. Cuando la Marga se sentía mal, ni me miraba; pero si estaba animada, me ayudaba full y así Treko además le daba una distracción.

 

Los poquitos días que le daban de descanso entre una quimio y otra, ella y mi hermano se quedaban en mi casa, y en una de esas estadías, salió la primera sesión de modelaje. Saberse linda a pesar de lo que estaba viviendo, la Margarita descubrió una veta que le fascinaba y con la que pudo mirar la vida también desde otra perspectiva. Y otra vez Treko nos daba la posibilidad del encuentro.

 En julio del 2018 la Margarita fue dada de alta de la primera parte de su tratamiento, considerado exitoso por donde se le mirara. Si bien venían 3 años de tratamiento de mantención, todo indicaba que se trataría de un mero trámite.

 En ese tiempo, y en la medida que las fuerzas se lo dieron, volvió a Treko. A las etiquetas, las fotos (ahora con pelo) y los bazares. Volvió a estudiar para la PSU (porque había tenido que dejar su carrera) y recibimos el 2019 llenos de ilusión por un año mejor.

 Pero en febrero nos volvimos a estrellar. En un control de rutina, los exámenes alterados dieron cuenta de una recaída que no era más que el regreso en gloria y majestad de la leucemia. El peor escenario, tal como nos lo habían dicho en su momento. Y de ahí en adelante, todo fue de mal en peor. La única alternativa a considerar era el trasplante de médula, al que no se podía llegar porque los índices de salud necesarios no lo permitían. Solo nos daba tiempo para generar acciones varias que nos ayudaran a costear un tratamiento carísimo y Treko se tuvo que volver a poner a la altura. Igual que la primera vez, relanzamos la campaña “¿Ya los conoces?” Y así loschalecosmáslindos empezaron a llegar a muchas personas. Cada día a más, que además se iban haciendo parte de la historia de esta tía y su sobrina. Mi Margarita, cada día más cansada de dar esta tremenda lucha, seguía gozando con cada logro y yo sin darme cuenta, me dedicaba a regalonearla. Lo que quisiera, ahí lo tenia.

 

El 16 de junio mi niña no resistió más. Finalmente el cáncer terminó con su vida en esta tierra, pero también con su enfermedad a la que ella nunca se entregó. Y con su muerte lo primero que aprendí fue esto: que uno NO se muere cuando alguien que uno ama muere; a pesar de que cuando se piensa el primer pensamiento que viene a la cabeza es “me muero”. Cuando pasa, uno cree que se va a morir, quiere morirse, pero no se muere.

 

Yo tengo 4 hijas. Y obviamente por ellas desde el día uno tuve que saber sacar fuerzas de no se a donde y seguir funcionando. Pero Treko se me presentaba como algo que tenía que acabarse. Pensaba en Treko y pensaba en su fin. No me sentía capaz. No quería saber un chaleco más en vida. Además había crecido y yo me sentía por segundo más chica. Por último, todo funcionaba en mi casa y eso tampoco me ayudaba. Descubrí (dentro de las muchas cosas que descubrí), que necesitaba salir. Que levantarme y seguir aquí, no era motivación suficiente para funcionar.

 

Y llegó agosto. Treko andaba por inercia. Yo daba el mínimo y menos también. Y así como sentía que tenía que liquidar todo y hacerlo desaparecer, un día viernes de principios de agosto me vi buscando un lugar donde irme con Treko. De la nada. Solo me pasó. Así llegué el lunes a ver una oficina y el viernes estaba firmando el contrato. Ni siquiera sin saber mucho lo que iba a hacer, pero sintiendo que me movilizaba y que eso me estaba haciendo bien.

 

Cuando me instalé, antes que poner poner los chalecos, llené la oficina de todas las cosas de mi niña que no quería que nadie tocara por miedo a que las rompiera o perdiera. Y sin quererlo transformé este lugar en mi lugar con ella. Y así me di cuenta de que Treko no podía morir, porque en cada chaleco, cada etiqueta, cada paquete armado, estaba mi Margarita y por eso debía seguir funcionando por y con ella. Como una manera de homenajearla y de seguir con la vida que ella quería vivir.

 

Hoy día, a más de un año de la muerte de mi Marga, solo agradezco por Treko. Por no haberlo matado como quise hacerlo. Lo quiero como a un hijo y le agradezco cada día haberme dado la posibilidad de ayudar a mi niña, no solo en lo económico, sino también con las miles de horas que pude estar con ella por tener este trabajo y no otro. Por eso siempre digo: En Treko hay mucho más que chalecos… en Treko hay mucho amor.